Quizás porque su niñez y sus orígenes tienen el Mediterráneo como raíz o, quizás, porque la Botánica decidió que el Gladiolo fuera una de esa familia de flores bendecida con una infinidad de colores que permiten amoldarnos a cualquier paisajismo o decoración. Sea por el motivo que sea, el Gladiolo es una de las plantas preferidas por los amantes de la jardinería. Quizás porque esta flor de bulbos es un ejemplo de resistencia (como sucede con otras plantas bulbosas) pero sobre todo porque la espectacularidad de la planta llama la atención: bien cuidado y con tiempo, el Gladiolo puede llegar a alcanzar los dos metros de altura.
Y es que el crecer hacia arriba y sus largas varas verdes son lo que lo hacen tan peculiar. Un motivo fundamental para que sea objetivo de quienes disfrutan haciendo composiciones florales. Jugar con su altura y la esbeltez de sus tallos llenos de hojas (acompañado, obviamente, de lo llamativo de sus flores) convierten al Gladiolo es un seductor compañero vegetal.
Disfrutar de su belleza es posible si empezamos a plantarlos ahora… con un añadido: que florecen durante el verano pero también durante los primeros compases del otoño.

Así, sepamos cómo cuidarlos para poder gozar de su espectacularidad. Para empezar, el Gladiolo necesita mucha luz por lo que tendremos que planificar muy bien dónde colocar los bulbos en el momento de la siembra (a unos 8-10 centímetros de profundidad y en un suelo previamente tratado con un fungicida). No solo pensando en el tiempo en el que nos encontramos sino, sobre todo, en los meses de sol: es un gran amante de la luz y, a diferencia de otros bulbos que se resienten con los rayos solares, el Gladiolo recibe positivamente la luz solar directa. Tan positivamente que ese será precisamente el motor de la eclosión de su floración.
Algo vital a lo que tiene que acompañarle otro aspecto importantísimo para el Gladiolo: el sustrato en el que esté. Además de tener un buen humus sobre el que asentarse, siempre tiene que estar bien hidratado con riego continuo pero fundamentalmente con un buen drenaje de su tierra. En cuanto al riego es importante tener algo en cuenta: el Gladiolo necesita que el suelo se encuentre regado de manera abundante en el comienzo de la siembra. Una vez ha comenzado a asomar sobre la tierra, es conveniente reducir el nivel de riego hasta que comience la floración (momento en el que lo incrementaremos). Y un consejo: si queremos que sus flores duren más con la misma belleza del primer día, cuando hayan alcanzado aproximadamente los 15 centímetros, es recomendable comenzar a abonar con cierta regularidad (cada tres semanas). Si nuestra elección es plantarlos en una maceta, tendremos que mantener siempre el sustrato enriquecido (por ejemplo, con un compost rico en materia orgánica).
Y por último, dos consejos. El primero: entutorarlos cuando comiencen a crecer para evitar que el peso de las flores rompa las varas. Y, por último, tener mucho cuidado con las plagas y enfermedades: trips, pulgones y botritis adoran al Gladiolo y pueden arruinarnos rápidamente nuestra planta.
Imágenes | Perlaroques, Alejandro Bayer