Conseguir volúmenes, espacios con encanto o, simplemente, delimitar espacios. Estos son algunos de los motivos por los que las piedras (del tipo que sean) pueden ser amigas de los amantes del jardín. Una manera sencilla y natural de crear espacios de colorido con flores, de determinados tipos de plantas (como palmeras o suculentas) o de definir puntos específicos de un jardín.
En cualquiera de sus vertientes (ya sean cantos rodados, rocallas o grava), la presencia de piedras en un jardín nos permite moldear todavía más su personalidad y estilo. Gracias a ellas, podemos renovar por completo el aspecto de nuestra naturaleza dándole al jardín un look distinto, haciendo foco en una parte específica que nos interesa recalcar o marcando el protagonismo sobre un estanque (en caso de que lo tengamos).
Pero, más allá de que nos ayuden a decorar y renovar el jardín, hay tres motivos por los que es inevitable rendirse a contar con ellos: lo sencillo (¡sencillísimo!) de su instalación, la facilidad de su mantenimiento (no requieren nada una vez colocadas) y el hecho de que nos ayudarán a optimizar el riego (no solo porque permiten ahorrar agua, gracias a que ayudan al drenaje sino porque facilitan preservar el agua).
TIPOS DE PIEDRA DE JARDÍN
Son un recurso sencillo y estéticamente bonito para cambiar el aspecto de un jardín sin mucha inversión ¡y sin mucho esfuerzo! Lo más importante, además de planificar cómo vamos a integrarlas en el jardín, es conocer sus usos para acertar con nuestra composición.
Jardín con rocalla, uno de los preferidos
Es uno de los estilos más utilizadas en paisajismo y, sin duda, esto se debe a sus innumerables oportunidades estéticas. Los jardines de rocalla (de carácter calizo) nos permiten generar un espacio con tintes de montaña. Por su aspecto y su carácter de piedra natural, su uso está aconsejado para terrenos irregulares (nos permiten dar forma) y para aquellos jardines en los que queramos o bien crear una isla natural o bien jugar a generar volúmenes o desniveles ficticios.
Estos conjuntos se piedras son perfectos para ser acompañadas de cualquier tipo de planta, ya sean de carácter vertical (como pueden ser árboles o arbustos) o de carácter rastrero (con flor o sin ella). Tan solo tendremos que tener en cuenta que su ubicación perfecta es siempre en un suelo bien drenado, y sin árboles o arbustos alrededor que puedan desmerecer la composición de la rocalla.
Para que un conjunto natural luzca en condiciones entre estas piedras, lo más recomendable es combinar vegetación que crezca en altura (que colocaremos en la parte trasera de las piedras) con otras plantas que, en la parte delantera, den colorido. Incluso, los conjuntos de rocalla son perfectos para las suculentas ya que, por sus características, son capaces de crecer sobre roca y pueden completar este conjunto.
Además, este tipo de composición es la idónea si tenemos un estanque en el jardín (ya que nos permitirá delimitarlo) o, incluso, si queremos separar un camino de la parte vegetal.
Cantos rodados, perfectos para cubrir espacios
Más llamativos que las rocallas, los cantos rodados (de pequeño o gran tamaño) permiten no solo decorar sino también crear espacios (como puede ser un camino, ya que al ser redondeados no son abrasivos). Añadido, tienen una función más que valiosa si queremos economizar los espacios naturales que tendremos que mantener: gracias a su aplicación como tapizante del suelo en torno a lo que tenemos plantado, evitaremos el nacimiento de malas hierbas.
Además pueden combinarse con otras piedras (como, por ejemplo, los jardines de rocalla) creando contrastes singulares por su aspecto redondeado, o incluso (en el caso de los cantos rodados grandes) ayudan a delimitar jardineras o espacios en un jardín (y, de paso, evitan que el césped inunde estos oasis de naturaleza que hemos creado). Su utilización en blanco es perfecta para crear los jardines zen o japoneses tan valorados actualmente.
Marmolina, las aliadas del drenaje y los caminos
Las gravas de marmolina no son más que un triturado de piedra, de ahí su aspecto irregular e, incluso, con aristas. Son quizás la piedra natural más pequeña que podemos utilizar para el jardín y, sin duda, tienen un gran valor no solo como drenantes (es muy común colocar una capa de marmolinas por debajo de la tierra, para facilitar la eliminación de agua) sino también con fines decorativos.
Al igual que los cantos rodados, la marmolina es perfecta para delimitar espacios del jardín (siempre con fines tapizantes del suelo) y para crear caminos. Añadido, dada su variedad de colores es posible jugar con ellas como parte de las tonalidades propias del jardín.
Decoración, funcionalidad y ahorro. ¿Es posible que haya más motivos para incluirlas en nuestro jardín?
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